La división del mar del Sur
"En
tal día como hoy, son las últimas noticias que se
tuvieron por la fragata mercante Mariana
del navío San Telmo.
Créese que se hundió por efecto de un fuerte temporal
en esas siniestras aguas del cabo de Hornos. En el Panteón de
Marinos ilustres se conserva la memoria de este luctuoso hecho y del
brigadier don Rosendo Porlier, que mandaba el navío. Este
naufragio es un tributo más al servicio naval, en las duras
circunstancias que se desarrollaba y ha de desarrollarse...".
Con
esta efemérides, referida al día del 2 de septiembre de
1819, conmemora nuestra Armada todos los años la desaparición
del navío San Telmo y de los 644 hombres que se
hundieron con él.
Que
el San Telmo desapareció es un hecho que refleja el
Boletín Oficial del Reino del día seis de mayo de 1822,
que determina que "en consideración al mucho tiempo
transcurrido desde la salida del navío San Telmo del
puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1819, en demanda del océano
Pacífico y dadas las pocas esperanzas que se conservan de que
se haya salvado el buque, Su Majestad el Rey ha resuelto, a propuesta
del Capitán General de la Armada, que sea dado de baja el
referido navío y los hombres que en él viajaban..."
Con
esta escueta resolución se daba oficialmente por desaparecidos
a los 642 hombres de la dotación del San Telmo así
como a los dos capitanes del Real Cuerpo de Artillería que los
acompañaban. Hoy, más de 180 años después,
todavía no conocemos las circunstancias que envolvieron su
desaparición, ni que fue, como murieron, o donde descansan los
restos de aquellos 644 hombres que componían su tripulación.
La
tragedia del buque se inicia bastante antes de esta fecha cuando a
finales de 1818 y en vista de la continua zozobra en que vivían
nuestras posesiones al otro lado del Atlántico debido a los
continuos conatos de insurrección de los independentistas, se
resuelve el envío de una expedición que complemente a
otra enviada un año antes y que se muestra impotente ante la
ayuda que los independentistas reciben en Perú de la flota
inglesa que capitanea Thomas Cochrane.
Esta
expedición a la que pomposamente se denominó "División
del Mar del Sur", reunía cuatro barcos mal pertrechados y
estado lamentable, por lo que no se encontró ningún
voluntario para mandarla. Así las cosas hubo de nombrarse de
manera forzosa al brigadier don Rosendo Porlier y Astequieta. De su
poca fe en la empresa dan testimonio sus palabras en Cádiz a
poco de partir y a modo de despedida a su amigo el capitán de
fragata Francisco Espelius: "Adiós Frasquito,
probablemente hasta la eternidad..."
El
desánimo de Porlier respondía en cualquier caso al
pesimismo generalizado de los cuerpos de oficiales, como consecuencia
de la situación de la Armada en los primeros años del
siglo XIX. El caso es que el brigadier, que a sus 49 años ya
estaba curtido en importantes batallas, como la defensa naval de
Cádiz o la de Trafalgar, en ambos casos contra Nelson y
también en ambos casos a las órdenes de Gravina, arboló
su insignia en el San Telmo y aceptó su suerte,
consolándose al pensar que aquel viaje le brindaba la ocasión
de regresar a su Lima natal.
El San Telmo
El
San Telmo era un navío de 76 cañones, segundo
buque de la serie iniciada en 1785 con el San Ildefonso. Su
diseñador D. José Romero Landa se había basado
en los conceptos originales de Jorge Juan. Tenía 53 metros de
eslora, 14,5 de manga y 7 de puntal que le daban un desplazamiento de
2550 toneladas. Había sido botado el 20 de junio de 1788 en
los astilleros de Esteiro en Ferrol.
Además
del San Telmo completaban la expedición las fragatas
Prueba de 34 cañones y la ya mencionada Mariana,
además del también navío Alejandro, uno
de los cinco buques comprados dos años antes a los rusos y que
solo una vez recibidos en España se supo de su lamentable
estado.
La
expedición, no sin múltiples dificultades, se hizo a la
mar el once de mayo de 1819, con viento fresco de Levante. A los
pocos días Porlier hubo de renunciar al Alejandro que
se vio obligado a regresar en vista de sus numerosas averías y
vías de agua. El resto de la División continúa
su andadura tocando en Río de Janeiro y Montevideo, donde
esperan al mes de septiembre tratando de cruzar el tempestuoso
cabo de Hornos coincidiendo con la primavera austral.
Los
tres barcos alcanzan juntos el paso de Drake. A partir de aquí
los fuertes vientos de poniente obligan a los buques a derivar al Sur
mientras esperan vientos favorables. Sin embargo el cabo de Hornos se
muestra implacable y las tormentas se suceden unas a otras hasta que
los buque no pueden mantenerse juntos y se dispersan.
Las
viejas cuadernas del San Telmo, sencillamente no lo
resistieron y cuando la Prueba y la Mariana, con una
semana de diferencia, confirman su llegada al Apostadero de El
Callao, esta última informa haberse separado del San Telmo
un mes antes, el dos de septiembre, en 62º Sur y 72º Oeste,
un punto donde las corrientes y los vientos derivan directamente al
norte de la isla Livingston. Para entonces el navío ferrolano
ya arrastraba serias averías en timón, tajamar y verga
mayor.
William Smith
Solo
unos meses antes, en febrero de 1819, el capitán de la Marina
Mercante británica William Smith, al que la tradición
otorga la gloria del descubrimiento de la Antártida, busca a
bordo de su bergantín Williams nuevas derrotas que
permitan enfrentarse al terrible Cabo de Hornos. En los 61º
Smith se sorprende al vislumbrar nuevas e inesperadas tierras, así
que conforme arriba a Valparaíso se le comisiona a confirmar
su hallazgo.
El
segundo viaje de Smith coincide en el tiempo con la llegada a El
Callao de nuestra expedición, es decir, ocurre un mes después
de la desaparición de Porlier y sus 643 hombres. Smith
descubre un grupo de islas, de las que toma posesión en nombre
de Jorge III y a las que bautiza con el poco original nombre de Nueva
Bretaña del Sur.
Con
la lógica excitación de su descubrimiento Smith vuelve
a Valparaíso donde comunica la buena nueva al Jefe de la
estación británica del Pacífico, quien ordena a
Smith un tercer viaje para descubrir nuevas tierras y confirmar las
descubiertas.
Todavía
emprendió William Smith un cuarto viaje en su homónimo
bergantín, desembarcando en la costa norte de la actual Isla
de Livingston, donde descubre que podría no haber sido el
primero en alcanzar aquellas gélidas tierras, al encontrar en
una playa los restos de un naufragio que identifica como los de un
navío español y muchos otros restos de animales
sacrificados sin duda por la mano del hombre. Smith algo desanimado
vuelve a Valparaíso donde apenado reconoce su hallazgo. Sin
embargo el jefe del apostadero británico no comparte su idea
del fair play y le recomienda guardar silencio sobre esta
última circunstancia.
Desaparecido
Smith, su descubridor según los británicos, Su Graciosa
Majestad encarga a otro capitán, James Wedell, el
levantamiento de la cartografía de las nuevas tierras. Como
Smith, Wedell no tiene inconveniente en reconocer las señales
inequívocas del pre-descubrimiento, aunque va más lejos
en su exposición al admitir en un libro del que es autor que:
"varias piezas de un naufragio fueron halladas en las islas del
Oeste, en apariencia pertenecientes a un buque de 76 cañones,
probablemente los restos de un buque de guerra español perdido
cuando hacía el pasaje hacia Lima". Si así fue, y
todos los indicios apuntan en esa dirección, nuestros 644
compatriotas fueron los primeros marinos que alcanzaron las frías
tierras de la Antártida, aunque llegaran allí
arrastrados por el infortunio, por lo que en su desgracia les cabría
la gloria de haber sido sus descubridores. ¿O es que los
británicos no se arrogaron la gloria del descubrimiento de la
Isla de Pitcairn, en el Pacífico Sur, a pesar de que sus
descubridores, amotinados de la Bounty, arribaran allí
escapando precisamente de la justicia de Su Majestad?
Un final por escribir
A
pesar de que en los últimos años desentrañar el
misterio del San Telmo ha constituido uno de los objetivos de
nuestro buque de investigación oceanográfica
Hespérides, que ha incluido entre sus objetivos el
llamado "Proyecto San Telmo", no ha sido posible dar un paso en
dirección alguna. El propósito principal del "Proyecto
San Telmo" ha sido por supuesto encontrar los restos del navío
perdido, aunque también ha incluido la búsqueda de
cualquier indicio en tierra que confirme la llegada del buque a la
isla para, a partir de ahí, tratar de reconstruir la vida y la
muerte de su desdichada tripulación.
Durante
el verano austral de 1993, el experto en arqueología
subacuática D. Manuel Martín Bueno, Catedrático
de la Universidad de Zaragoza y Director del Proyecto San Telmo,
acompañado del investigador antártico Jorge Rey,
especialista en geofísica submarina y de Enrique Pérez,
también geólogo especializado, embarcaron en el buque
chileno Queyón para navegar hasta el cabo Shirref,
lugar donde teóricamente debió arribar el San Telmo,
con idea de colocar una placa conmemorativa que perpetúe la
desgracia de su dotación. La expedición encontró
en la tortuosa costa cantidades enormes de restos de barcos, restos
humanos y de animales cazados por el hombre. Encontraron también
pequeñas cuevas no naturales e incluso lo que pudo ser una
pequeña base, probablemente soviética.
Pero
ninguna noticia del San Telmo, nada que permita aventurar el
final del barco o de su tripulación. ¿Qué fue
del barco? ¿Se estrelló contra los afilados
acantilados, o embarrancó en la costa? ¿Qué pasó
con su dotación? ¿Murieron ahogados o quizá de
frío? Hoy sabemos que entonces las temperaturas en la
Antártida eran un par de grados más frías que
las actuales. Si sobrevivieron al naufragio: ¿Acamparon o
excavaron alguna de las cuevas descubiertas? ¿Se alimentaron
quizá con los múltiples restos de animales que
encontraron los ingleses mes y medio después? ¿Intentaron
tal vez los supervivientes ganar costas más benignas mediante
el empleo de balsas? Preguntas sin respuesta. Lo único cierto
es que los 644 hombres que navegaban a bordo del navío español
continúan esperando desde su sudario de hielo que alguien
ponga final a su historia, que alguien encuentre ese eslabón
que los una para siempre con la gloria de ser los verdaderos
descubridores póstumos de la Antártida.
Recreación del navío San Telmo perdido en los hielos
Recreación del navío San Telmo perdido en los hielos